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2006: un año de buenas razones para repetir el ritual cinematográfico

Por | 31 diciembre 2006 | Comentar


Las buenas películas son el sustento del cinéfilo, el motivo por el que éste asiste al visionado de un nuevo filme con la esperanza de que el milagro del buen cine se obre de nuevo. Este año que ahora se cierra ha dado una fructífera cosecha de cintas notables, interesantes y alguna que otra joya. Lógicamente, hubo también mucho material desechable entre tanta producción, pero omitiré lo olvidable y comentaré, en un par de frases, las cintas que, sin duda, incorporaría a mi videoteca. Como no tengo el don de la omnipresencia ni tiempo ilimitado para ver cine —cosa que estaría muy bien, por cierto—, probablemente haya notables ausencias en esta lista de preferencias personales mermada, además, por el escaso cine independiente o de poco tirón comercial estrenado en mi tierra.

 Brokeback Mountain. Una brillante historia sobre un relación de amor prohibida y autoprohibida por el determinante peso de una cultura y educación curtidas en la Norteamérica rural heredera del mito de los cowboys y el lejano oeste. Narrada con un gusto y un estilo clásico impecables, el taiwanés Ang Lee dirigió con lucidez y agudeza una de las mejores cintas del año. Mi crítica

 Crash. Interesante cinta coral que pone el acento en los prejuicios que, provenientes de la raza, la religión o la etnia, nos separan hasta el punto de que sólo seamos capaces de olvidarlos y reconciliarnos cuando la vida nos golpea con situaciones y sentimientos comunes a nuestra condición de seres humanos. A Paul Haggis, excelente guionista en la sombra de algunos de los mejores y recientes trabajos de Eastwood, le sonrió la fortuna en su debut en la dirección, pero quizá pecó de un exceso de adoctrinamiento en el guión. Mi crítica

 Munich. Spielberg revisitaba un tema concerniente a su origen judío con este magnífico alegato pacifista que relata las implacables consecuencias que tuvo el atentado cometido por el grupo terrorista Septiembre Negro en 1972 contra un grupo de atletas israelíes. La venganza israelí, en forma de ajusticiamiento sumario hacia los terroristas palestinos, es mostrado en el filme desde un punto de vista no exento de polémica por llevar la rúbrica del realizador de La lista de Schindler. Mi crítica

 Buenas noches y buenas suerte. George Clooney, hijo de un afamado periodista televisivo, hizo un sobrio homenaje a la figura de Edward R. Murrow y, por extensión, a una comprometida forma de entender el periodismo como oficio defensor de las libertades y derechos civiles esenciales de todo sistema democrático. A medio camino entre el documental, el segundo filme de Clooney en la dirección ratificaba su prometedora carrera como realizador.

 Los tres entierros de Melquiades Estrada. Tommy Lee Jones contó con la colaboración de su amigo y guionista, Guillermo Arriaga, para su debut en la dirección con una historia ubicada en su originaria tierra texana. La cinta, de reminiscencias westerianas, es un homenaje a la muerte anónima y un relato sobre el férreo compromiso adquirido por dos amigos que llevará a uno de ellos, al personaje de Jones, a salvar un sinnúmero de dificultades para cumplir la promesa hecha al otro en vida. Mi crítica

 Orgullo y prejuicio. Enésima adaptación al cine de esta popular novela de Jane Austen rodada con exquisito gusto, una preciosista fotografía y en la que aparecen un par de magníficos planos secuencia que casi, por sí mismos, justifican el visionado de esta interesante cinta. El filme hace una disección de las relaciones de pareja del siglo XVIII y aborda la historia de amor y desencuentros vivido por Elizabeth Bennet y el Sr. Darcy. Mi crítica

 Capote. Gran debut de Bennett Miller en la dirección de este relato biográfico centrado en la etapa en la que el vanidoso y ególatra escritor elaboró su novela más aclamada: A sangre fría. Con una clásica narrativa, el peso de la cinta recae en el excelente trabajo interpretativo de Philip Seymour Hoffman, secundado también por una gran Catherine Keener.

 Syriana. Para su segundo filme en la dirección, Sthepen Gaghan contó con el respaldo de la comprometida productora en asuntos políticos Section Eight, creada por Soderbergh y Clooney. El actor se implicó a fondo en este proyecto sobre el inextinguible conflicto de Oriente Medio y la pugna de distintos países en torno al control del petróleo. Mi crítica

 Volver. Cinta de reencuentros en la que Almodóvar, además de regresar a sus orígenes al centrar el relato en su mancha natal, volvió a trabajar con su icónica actriz Carmen Maura. Excelente homenaje al amor entre madres e hijas y regreso del humor más almodovariano en este retrato costumbrista muy presente para quienes tengan o hayan tenido sus orígenes alejados de las grandes urbes. Mi crítica

 AzulOscuroCasiNegro. El primer largo de Daniel Sánchez Arévalo estuvo a la altura de su interesante carrera como cortometrajista. Una cinta sobre las renuncias que debemos asumir para no vivir anclados en la rencorosa frustración de sueños inalcanzables que contó, para su reparto, con desconocidos y jóvenes rostros de futuro prometedor. Mi crítica


 V de Vendetta. Gran adaptación de esta clásica novela gráfica guionizada por el genio Alan Moore e ilustrada por David Lloyd. El director asistente habitual de los Wachowski, James McTeigue, cumplió con nota el difícil encargo de adaptar el argumento de este cómic centrado en los peligros que comporta el confiar la gestión de la seguridad a un Gobierno con plena potestad para hacer y deshacer a su antojo. Mi crítica

 Hard Candy. Demostración palpable del poco presupuesto que se requiere para hacer un buen thriller con una estética cuidada y de lo más idónea para el ejercicio de claustrofobia propuesto en esta cinta. Además de la dirección, lo mejor del filme es el descubrimiento de la que se presume como una gran actriz, la precoz y joven Ellen Page. Mi crítica


 El asesinato de Richard Nixon. Arriesgada apuesta del cine independiente en la que Sean Penn borda su papel de un vendedor a caballo entre la ingenuidad galopante y la mediocridad. Un aguda reflexión sobre las desilusiones que produce el tomarse a rajatabla las promesas del American way of life destinadas a quien trabaja duro y pelea por llegar al éxito profesional.

 Una historia de Brooklyn. Crónica de la ruptura de un matrimonio que afecta a la estabilidad emocional de sus dos hijos varones. Pese a que pudiera parecer el leit motiv de un telefilme, la cinta de Noah Baumach es inteligente e incisiva en el planteamiento de los distintos conflictos ocasionados por la ruptura de la relación de dos profesores universitarios incapaces de comprender las crisis de sus hijos al hallarse ellos mismos inmersos en las suyas propias. Mi crítica

 El señor de la guerra. Pese a su paso casi de puntillas por nuestra cartelera, esta excelente cinta del guionista de El show de Truman, Andrew Niccol, aporta una provocadora visión sobre el mundo del tráfico de armas y el cinismo con el que los diversos actores toman cartas en este lucrativo asunto. Mi crítica


 United 93. Excelente homenaje póstumo a las víctimas del tercer vuelo suicida de los atentados del 11-S que no consiguió impactar en su objetivo gracias a la heroica actuación de unos pasajeros que, simplemente, trataron de salvar sus vidas empujadas por el instinto de supervivencia. Sin patriotismo ni emociones de saldo, la cinta de Paul Greengrass es también un escalofriante retrato del caos en que se vio sumida la nación más poderosa del mundo esa trágica mañana haciendo baldía cualquier medida de autoprotección aérea. Mi crítica

 La joven del agua. Una nueva fábula del cada vez más místico Shyamalan, quien mantiene en sus filmes el estilo de suspense marca de la casa pero que ahora se limita a usar como coartada para abordar otros asuntos. En contraposición a su negativa visión de la sociedad expresada en El bosque, en esta cinta protagonizada modélicamente por Paul Giamatti sí deja una puerta a la esperanza en su moraleja final. Mi crítica

 Monster House. En este año de sobreabundacia de producciones de animación digital, me quedo con esta película apadrinada por Spielberg y Zemeckis por su originalidad y brillantez en el guión. Alejado del convencional y reiterativo esquema de humor y aventuras con moraleja, el filme recupera la estética y la creatividad del mejor cine infantil y de aventuras de los 80. Mi crítica

 El laberinto del fauno. La que probablemente sea la mejor película de Guillermo del Toro exhibe las dos mejores cualidades de su cine: su excelente oficio para la dirección del cine de acción/aventuras y su gusto por el mundo de lo fantástico. Un relato sobre cómo combatir el horror desde una mirada abierta a universos paralelos a los que la lectura y la propia imaginación nos dan acceso. Mi crítica

 Pequeña Miss Sunshine. Ácida comedia que tira con dardo en su reflexión sobre la obsesión por el éxito y, por contraposición, sobre el pavor al fracaso tan habituales en la culturas occidentales de hoy día. Personajes y diálogos atípicos para esta comedia con estructura de ‘road-movie’ que, entre chiste y chiste, deja por el camino varias ideas elementales sobre el eterno quid de la felicidad.

 Infiltrados. Notable regreso de Scorsese al cine callejero tan característico en él. Partiendo del argumento de la película hongkonesa Infernal Affairs, el director de Uno de los nuestros o Casino retoma los personajes mafiosos para un filme que ha logrado la aclamación más unánime de los nacidos por el tándem creativo que él y Leonardo DiCaprio vienen formado en los últimos años. Mi crítica

 La Reina. Stephen Frears vuelve a completar un inteligente y ponderado retrato de personajes de la aristocrática y de relevancia en el desempeño del poder. Respaldado por el ejemplar trabajo interpretativo de Helen Miren como Reina Isabel, The Queen reflexiona sobre la codicia con la que los reyes y gobernantes británicos compiten por la popularidad en el decisivo momento de la muerte de Diana de Gales. Mi crítica
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Los peajes de la industria

Por | 16 diciembre 2006 | Comentar


Eragon es al cine lo que McDonald's a la gastronomía. Comida rápida, de fácil digestión y pobre valor nutritivo. Yo no la salvaría ni como evento palomitero/familiar de cine de centro comercial. Porque, en este caso, los productores de este invento mercadotécnico tienen una cara tan larga como despoblado el cerebro. Deciden hacer un batiburrillo copiando a la notable trilogía de Jackson, a la que el tiempo ubicará en un lugar privilegiado como cine épico de entretenimiento, y a la floja y reciente Las Crónicas de Narnia. El mediocre y previsible resultado es consecuencia directa de la insufrible inercia de los americanos a concebir el cine como una simple industria. Porque, aunque estas cintas sean precisas para sostener el mastodóntico negocio y producir, así, obras más pequeñas pero infinitamente mejores, reniego de la sobreabundancia de filmes de este tipo y de la parafernalia publicitaria y comercial que traen consigo. Al final, más que películas resultan ser franquicias de venta de videojuegos, juguetes o camisetas derivados de un rollo de dos horas y media olvidable al instante.


Título: Eragon
Dirección: Stefen Fangmeier.
País: USA.
Año: 2006.
Duración: 104 min.
Género: Acción, fantástico.
Interpretación: Edward Speleers (Eragon), Jeremy Irons (Brom), Sienna Guillory (Arya), Robert Carlyle (Durza), John Malkovich (rey Galbatorix), Djimon Hounsou (Ajihad), Garrett Hedlund (Murtagh), Joss Stone (Angela).
Guión: Peter Buchman; basado en la novela de Christopher Paolini.
Producción: John David y Wyck Godfrey.
Música: Patrick Doyle.
Fotografía: Hugh Johnson.
Montaje: Roger Barton.
Diseño de producción: Wolf Kroeger.
Vestuario: Kym Barrett.
Estreno en USA: 15 Diciembre 2006.
Estreno en España: 15 Diciembre 2006.
Web: www.eragonmovie.com
La película, como digo, no vale ni para estar entretenido mientras uno se come las pipas. La historia está decorada con los elementos típicos: elfos, dragones y héroes se enfrentan a un oscuro malvado que les sojuzga con la mano de hierro propia de todo caudillo medieval. El bien debe luchar contra el mal, y un elegido, que ahora en lugar de un hobbit portador de un anillo es un rubiales escogido como jinete del último ejemplar de dragón, será la esperanza de los hombres. El joven de rubios cabellos se topa con un huevo y de él nace una cría de dragón que, en un par de aleteos y correrías por el campo, se hace mayor y es capaz de charlar telepáticamente con el mozo. Como es el "elegido", aunque a todos se le antojen un esmirriado para tanta cabalgadura, las fuerzas del mal irán tras él para matarle. Pero sin apenas adiestramiento y, de la noche al día, el chico pilota a su dragón como Alonso un F-1 y comienza a hacer hechizos sin tener ni papa del idioma élfico propio del mundo de la magia. Y este cruce entre Aragorn y Gandalf, que cuenta con la inestimable colaboración de una corte de caballeros y amazonas dispuestos a dar su vida por él, es el héroe construido con esta escandalosa falta del originalidad.

Pero no basta con rodar una historia tan trillada e insulsa, además se filma copiando —en balde— el estilo de otras mucho mejores y plagiando secuencias y planos de manera clamorosa. ¿Cuántas veces habremos visto a un grupo de jinetes ataviados con largas capas cabalgar por el campo mientras la cámara, desde una toma aérea, da un giro de 360 grados a gran velocidad? Muchas, ¿no? Pues Eragon nos sirve otra ración de más de lo mismo. ¿Y por qué será que la fanfarria de fondo que oficia de banda sonora me suena haberla escuchado, pero en versiones infinitamente mejores (como la de Shore), otras decenas de veces? No sé si siquiera es disculpable la implicación en semejante proyecto de actores del talento de Jeremy Irons o John Malkovich. Vale que saquen unos milloncejos extra casi sin despeinarse en el cine comercial de cuando en cuando, pero quizá debieron pensárselo un poco antes de poner sus nombres en los créditos de este despropósito. Porque, sinceramente, su actuación está en consonancia con la pobreza de la del resto del reparto. Y la película no es que me haya defraudado, pues carecía de grandes expectativas, pero sí me ha molestado, como queda claro en estas líneas, por tratarse de una tomadura de pelo de tomo y lomo. No creo que me lo vuelvan a tomar con las secuelas de las próximas Navidades.
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Desequilibrada y osada apuesta

Por | 08 diciembre 2006 | Comentar


Aplaudo los riesgos en las puestas en escena, a los directores capaces de echar mano del lirismo visual para respaldar sus historias y, así, escaparse de las convenciones de la, casi siempre efectiva, narrativa clásica. Pero entiendo que acudir a encuadres rebuscados, a ralentizaciones de imágenes o al rodaje de secuencias oníricas debe estar justificado y debe engarzarse en el conjunto del filme con suavidad. Al Antonio Banderas director le gusta asumir riesgos como demuestra en esta cinta en la que usa fórmulas narrativas diametralmente opuestas a las vistas en sus trabajos como intérprete. Se le notan las tablas de un alumno aventajado que ha aprendido en la mejor escuela posible, la del cine americano, pero quizá le falte el necesario comedimiento para equilibrar forma y contenido. A El camino de los ingleses, una cinta que narra una historia convencional desde un punto vista nada convencional, le lastran unos excesos visuales que quizá, de haber estado más contenidos o de haber sustentado una historia de mayor calado, habrían completado una película redonda. Pero, lamentablemente, el resultado del segundo trabajo como realizador del malagueño se ha quedado a medio camino.


Título: El camino de los ingleses.
Dirección: Antonio Banderas.
Países: España y Reino Unido.
Año: 2006.
Duración: 120 min.
Género: Drama.
Interpretación: Alberto Amarilla (Miguelito Dávila), María Ruiz (Luli Gigante), Raúl Arévalo (Babirusa), Félix Gómez (Paco Frontón), Fran Perea ("El Garganta"), Marta Nieto ("La Cuerpo"), Mario Casas (Moratalla), Antonio Garrido (Cardona), Antonio Zafra ("El Enano Martínez"), Berta de la Dehesa ("La Gorda de la Cala"), Cuca Escribano (Fina), Juan Diego (don Alfredo), Victoria Abril ("La Señorita del Casco Cartaginés").
Guión: Antonio Soler; basado en su novela.
Producción: Antonio Banderas, Gustavo Ferrada, Carlos Taillefer y Antonio Meliveo.
Música: Antonio Meliveo.
Fotografía: Xavi Giménez.
Montaje: Mercedes Alted.
Dirección artística: Javier Fernández.
Vestuario: Bina Daigeler.
Estreno en España: 1 Diciembre 2006.
Web: www.elcaminodelosingleses.com

El camino de los ingleses es un retrato introspectivo de unos jóvenes cuyas vidas atraviesan por el trance que media juventud y madurez, una etapa de elecciones, pero, sobre todo, de renuncias empujadas por el gélido choque con la realidad. Al protagonista, Miguelito, le cambiará su visión de la vida un hombre culto que conocerá en el hospital durante su comparecencia posterior a una operación de riñón. Este hombre a las puertas de la muerte le mostrará a Miguelito el camino hacia un mundo interior al que le dan acceso lectura y poesía. A su salida de la clínica se reencontrará con su mundo, con su trabajo en una ferretería y con sus amigos de una barriada malagueña de finales de los 70. Pero en la relación con ellos algo ha cambiado. Está decidido a ser poeta y se lo repetirá a cuantos vea mientras pasea su inseparable ejemplar de La divinia comedia de Dante. Su pandilla de amigos también pasa por dudas existenciales de dispar calibre, pero comparten con Miguelito el afán de éste por sentir la vida con la intensidad centelleante de la juventud que aún atesoran. Es decir, que frente una realidad que les repite machaconamente lo poco que son y lo poco que llegarán a ser, ellos se agarran como a un clavo ardiendo a sus sueños.

La elección de un reparto de actores jóvenes y poco conocidos es también una decisión arriesga que, en este caso, sí ha sabido aprovechar Banderas por la implicación que denotan todos ellos en cada secuencia. Alberto Amarilla, de conocido pasado televisivo, y un gran Raúl Arévalo, ya descubierto en la notable AzulOscuroCasiNegro, encarnan los principales papeles masculinos, mientras que la debutante María Ruiz y Marta Nieto asumen el peso del reparto femenino. Además, secundarios de lujo como Victoria Abril o Juan Diego completan un trabajo actoral que, en general, raya a gran altura. De igual modo sucede con la partitura compuesta por Antonio Meliveo o con la preciosista fotografía firmada por Xavi Giménez. Ambos elementos, junto al montaje de la cinta, los estéticos encuadres de algunos planos o la reiterada inclusión de secuencias oníricas, convierten la cinta en una personal apuesta que Banderas quizá no haya sabido contener lo suficiente. Como decía al principio, es de agradecer la ambición de originalidad que rebosa todo el trabajo del malagueño, pero tanto afán poético convierte el conjunto en un envoltorio de lujo demasiado frío.

OTRAS OPINIONES...
Miguel A. Delgado, en LABUTACA.net: "Fracaso sonado: El camino de los ingleses es un despropósito desde el primer fotograma. Un auténtico delirio, inexplicable en un Banderas director que había arrancado inmejorablemente con Locos en Alabama".
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Daniel Galindo, de En Escena: "En esta suicida y sugerente apuesta formal la frialdad nos guía por espacios emocionales, terrenos pantanosos de los que sale el director con la ayuda cómplice de quien confíe en él".
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Ana, de Palabrerío: "Mucho trabajo visual que lastimosamente se queda vacío. Chicos guapos con poca ropa tomando el sol, chicas nadando en la piscina o bailando bajo la lluvia. Pero aquí todo se queda en efecto".

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El origen de 007

Por | 27 noviembre 2006 | Comentar


Toda fórmula de éxito precisa evolucionar para no estancarse en una monótona repetición. En las películas-franquicia de Bond, la evolución suele venir de la mano de un nuevo actor que recoge el testigo de otro en la encarnación del agente británico. En esta Casino Royale hay tantas novedades en el estilo del filme, en sus personajes o en su historia que la relevancia de éstas es similar o mayor a la comentada, y polémica, incorporación de Daniel Craig a la lista de agentes Bond. Desde el inicio de la película, cuando Bond se gana sus galones de agente doble cero matando implacablamente a los dos objetivos requeridos para el cargo, se percibe una clara intención de poner tierra de por medio con los últimos trabajos protagonizados por Brosnan, más emparentados con el estilo habitual de la serie de cintas basadas en el famoso espía de Ian Fleming.


Título: Casino Royale
Dirección: Martin Campbell.
Países: Reino Unido, República Checa, Alemania y USA.
Año: 2006.
Duración: 144 min.
Género: Acción, thriller.
Interpretación: Daniel Craig (James Bond), Eva Green (Vesper Lynd), Mads Mikkelsen (Le Chiffre), Jeffrey Wright (Felix Leiter), Judi Dench (M), Giancarlo Giannini (Mathis), Caterina Murino (Solange), Simon Abkarian (Dimitrios), Jesper Christensen (Sr. White), Ivana Milicevic (Valenka), Tobias Menzies (Villiers), Sébastien Foucan (Mollaka), Isaach De Bankole (Obanno).
Guión: Neal Purvis, Robert Wade y Paul Haggis; basado en la novela de Ian Fleming.
Producción: Michael G. Wilson y Barbara Broccoli.
Música: David Arnold.
Fotografía: Phil Méheux.
Montaje: Stuart Baird.
Diseño de producción: Peter Lamont.
Vestuario: Lindy Hemming.
Estreno en Reino Unido: 16 Nov. 2006.
Estreno en España: 24 Noviembre 2006.
Web: www.casinoroyale-lapelicula.es

La elegancia, el lujo suntuoso y las bellas mujeres siguen ahí, pero Bond, que está al comienzo de su carrera como 007, es más visceral, menos sofisticado y, sobre todo, más humano. La violencia es más explícita y Bond pasa verdaderos apuros en secuencias de acción que antaño solventaba sin despeinarse. Por ejemplo, memorable es la persecución inicial que este hercúleo Bond hace de un delincuente por las calles de Magadascar al comienzo del filme, con un ritmo y un montaje visual deslumbrantes. Los enemigos, un elemento siempre clave en esta cintas, tienen objetivos más mundanos y carecen de los delirios de destrucción global de sus predecesores. Tampoco se repite la ritual visita al experto en 'gadgets' mortíferos y las mujeres objeto no aparecen con tanta profusión como en otras cintas de exhibición testironil de 007. De hecho, y pese a este perfil más duro de Bond, éste se mostrará de lo más vulnerable ante la bella Vesper Lynd (una guapísima Eva Green). Con ella vivirá un idilio amoroso muy distinto, y de mayor calado, al compartido con otras 'chicas Bond'.

Por tanto, si los productores querían distanciarse de las cintas previas, lo han logrado sobradamente. Otro gran acierto es haber situado el relato del filme en los inicios de la carrera de Bond como agente 007. Así, la cinta juega un notable papel como precuela y prepara el terreno a venideras entregas protagonizadas por Craig (algo ya previsto). Quizá sean discutibles la extensa duración de la película (dos horas y media) y el cierto desquilibrio en el ritmo que propician las secuencias transcurridas en el casino. Pese a todo, el trabajo de Martin Campbell aporta una bocanada de aire fresco al personaje y cumplirá las expectativas del público que vaya a ver Casino Royale con el ánimo de ver buen cine de entretenimiento. Ah, y aunque sea un detalle superfluo, también sabremos que a este nuevo Bond, más etílico que nunca, poco o nada le importa que sus 'martinis' estén agitados o mezclados. Sólo quiere que se los sirvan pronto.

[+] Licencia para entretener

OTRAS OPINIONES...
José, de Cine: "Bond se juega la piel mucho más y resulta menos previsible. Incluso la historia de amor tienen unas gotitas de verdad que uno no se espera de este dandy inmaculad".
Cineahora: "James Bond abandona sus formas encantadoras y elegantes para convertirse en un tipejo más barriobajero, chulesco y rudo, pero áun así continua quedando impresionante sea empuñando un arma o vistiendo esmoquin".
Otis B. Driftwood, de La Remington de Joe Gillis: "Craig le transmite muchísimos matices al personaje, tantos como el nuevo enfoque requiere, y para mi gusto -lo siento chicas- lo hace infinitamente mejor que Brosnan, cuyo mayor mérito fue poner cara de palo amargado durante todo el metraje".

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'Kedada Cinéfila Reloaded', mañana en Callao a las 21h.30

Por | 23 noviembre 2006 | Comentar

Me habría gustado asistir al evento en vista de lo cachonda que debió ser la anterior Kedada Cinéfila, a juzgar por la crónica y fotos publicadas por Yojimbo, de 7 Samuaris . Esta vez, diferentes bloggers de cine vuelven a la carga en la Kedada Cinéfila Reloaded. Mañana viernes, día 29, a las 21h.30, Yojimbo y Víctor, de Muchocine.net, han convocado al orbe bloguero-cinéfilo en la madrileña plaza de Callao. La cosa promete, como ya vaticinan los vídeos tan currados de promoción del evento (los dejo abajo). Que lo paséis bien y espero poder asistir a la próxima.

Los vídeos:
Kedada Cinéfila Reloaded (Clip 1)

Kedada Cinéfila Reloaded (Clip 2)
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El peso de la púrpura

Por | 21 noviembre 2006 | Comentar


Una gran cantidad de títulos de 'tv-movies' de sobremesa, de dudosa calidad y factura repetitiva, suelen acudir al “basado en hechos reales”. Para determinado tipo de público, éste es un acicate a la hora de sentarse en el sillón durante las casi tres horas que se puede alargar el visionado de la película, junto a sus respectivas pausas publicitarias. Para otros, entre los que me incluyo, suele ser un atenuante frente a la cinta que usa tal reclamo. La magnífica película de Stephen Frears no precisa de la coletilla de marras por lo obvio que resultaría en ella. The Queen centra su relato en los días de mayo de 1997 que mediaron entre la primera victorial electoral de Tony Blair y la muerte de Lady Di en un accidente de tráfico en París. Lo interesante de su historia es la disección que hace de cómo vivieron los directamente afectados por los hechos aquellos días de cuestionamiento de la monarquía y de aclamación del recién llegado a Downing Street. De manera que la película es, sobre todo, una aguda reflexión en torno a un atributo básico para quienes ostentan el poder: la popularidad. Una caprichosa cualidad que no siempre sonríe a los interesados con la constancia que les gustaría y que les abandona súbitamente, y sin explicación previa, con la misma facilidad que un día les llegó.


Título: The Queen (La Reina)
Dirección: Stephen Frears.
Países: Reino Unido, Francia e Italia.
Año: 2006.
Duración: 97 min.
Género: Biopic, drama.
Interpretación: Helen Mirren (reina Isabel II), Michael Sheen (Tony Blair), James Cromwell (príncipe Felipe), Sylvia Syms (la reina madre), Alex Jennings (príncipe Carlos), Helen McCrory (Cherie Blair), Roger Allam (sir Robin Janvrin), Tim McMullan (Stephen Lamport).
Guión: Peter Morgan.
Producción: Andy Harries, Christine Langan y Tracey Seaward.
Música: Alexandre Desplat.
Fotografía: Affonso Beato.
Montaje: Lucia Zucchetti.
Diseño de producción: Alan MacDonald.
Vestuario: Consolata Boyle.
Estreno en Reino Unido: 15 Sept. 2006.
Estreno en España: 10 Noviembre 2006.
Web: www.thequeenmovie.co.uk

Un tercer personaje clave en el filme, Lady Di, no está interpretado por ningún actor: su presencia es recreada a través de la ingente cantidad de imágenes de archivo disponibles de ella (algo similar a lo hecho por Clooney en Buenas noches y buenas suerte con el senador McCarthy). Su larga sombra se verá agigantada por las propiedades mitómanas de su temprana muerte para desgracia de la familia real. La reina Isabel II vivirá con desagrado la unánime aclamación que su pueblo tributa a alguien a quien ella ya no consideraba como parte de su familia. Carlos, príncipe de Gales y ex marido de Diana, es retratado como un hombre de frágil carácter, miedoso e incapaz de plantarle cara a su madre. En vista de la aclamación con la que los británicos despiden a su ex mujer, el ventajista de Carlos medrará para que sus familia le rinda todos los honores posibles a una mujer a quien engañó y de quien se había divorciado seis meses antes de su muerte. Para hacer entrar en razón a su madre acudirá a Blair, quien tratará de convenver a la monarca de la convenencia de despedir a Diana con los honores propios de “la princesa del pueblo” (calificativo acuñado por Blair en su discurso póstumo a instancia de uno de sus asesores que le valió el aplauso de la prensa).

Huelga decir que, en una cinta de estas características, la importancia de las interpretaciones es clave y va más allá de la mera asemejación física. El trabajo de Helen Mirren como Isabel II es tan ejemplar que bien podría emplearse en una clase magistral para estudiantes de interpretación. Porque, a la dificutad de poner rostro a un personaje vivo de tanta relevancia, se le suma el escollo de que éste sea una mujer educada para dosificar milimétricamente la exhibición de sus sentimientos. De manera que su interpretación consigue, mediante sutiles detalles, denotar los estados de ánimo de la monarca y, al mismo tiempo, el afán de ésta por autocontrolarse y evitar que afloren esos sentimientos que se ha autoprohibido mostrar en público. Además, el resto del reparto arropa con gran solvencia a la actriz londinense: desde un modélico Michael Sheen en el papel de Tony Blair, hasta un eficaz James Cromwell como príncipe Felipe o una mordaz Sylvia Syms en su papel de reina madre.

Pero sería injusto si no valorase también el excelente guión de Peter Morgan, ingenioso y sutil en los dardos que lanza a unos y otros personajes. Porque lo fácil habría sido jugar a favor de obra y haber trazado un perfil osco y gruñón de una Isabel II envidiosa de la fama de Diana, y no tratar de hacer una valoración ponderada, como en el filme se hace, de los puntos de vista de unos y otros personajes implicados en los hechos. Morgan lo consigue y el director de Las amistades peligrosas se mueve como pez en el agua en este retrato de alcoba de nobles y gobernantes.

OTRAS OPINIONES...
Miguel A. Delgado, en LA BUTACA: "El tiempo lo dirá, pero todo parece indicar que nos encontramos no sólo ante la mejor película de Stephen Frears, sino también ante una de las mejores de este y de los últimos años."
Cineahora: "Servirá para reavivar el debate sobre la necesidad de la monarquía, y sobre las personalidades de Isabel II y Lady Di".
Iñaki Bilbao, en PELISBILBAO: "Interesante filme de Stephen Frears que, en esta ocasión, vuelve a hablar de un tema que le gusta y apasiona, como son los sentimientos, vida, obra y "milagros" de ciertos estamentos de su país natal, la Gran Bretaña".

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Alexander Payne, talento natural para la comedia inteligente

Por | 18 noviembre 2006 | Comentar


A grandes rasgos, la vida y sus vicisitudes pueden ser vistas desde dos puntos de vista diametralmente opuestos: el cómico y el trágico. El narrador, ya sea escritor o realizador de cine, puede también elegir entre ambos a la hora de establecer el tono de su relato. Aunque lo más difícil quizá sea saber conjugar ambos de manera equilibrada: para arrancar una sonrisa inteligente unas veces y emocionar, otras. Y moverse entre ambos terrenos es complicado, más aún cuando se abordan historias cotidianas, de las que a cualquiera nos pueden suceder. Porque sólo un pequeño paso separa la broma inteligente del chiste grotesco, el buen drama de las historias lacrimógenas de saldo. Pocos guionistas-directores actuales como Alexander Payne (1961, Omaha, Nebraska, EE UU) han sabido granjearse una fama de sólido narrador de este tipo de historias pegadas a la realidad, sin efectos ni artificios, con un estilo a caballo entre una sátira rayana, a veces, en el humor negro y el drama de unos personajes llenos de contradicciones.

Payne, cuyo nombre real es Alexandros Papadopoulos, dado su origen griego, debutó en la dirección de un largo con Citizen Ruth (1996), la única de sus películas no estrenada en España en la que aborda la historia de una indigente drogadicta que se enfrenta a un nuevo embarazo tras cuatro abortos previos. Las autoridades le exigen que aborte, en contra de su voluntad, y será ayudada en su cruzada por una asociación antiabortista. Aquí ya están presentes algunas de las señas de identidad de Payne: como la elección para sus localizaciones de su Omaha natal, ciudad donde se ambientan sus tres primeros filmes, o la inclusión en sus repartos de actores poco conocidos pero de sobrada calidad interpretativa. Laura Dern es la protagonista del filme, Ruth Stop, quien se verá sometida al escrutinio de distintos personajes con opiniones dispares sobre su conflicto existencial.

Su siguiente filme, Election (1999), es su comedia más ácida. Jim McAllister (Matthew Broderick) es profesor de bachillerato en un instituto de Omaha. Su vida atraviesa una crisis personal, con un matrimonio estancado y un trabajo anodino, que se verá agravada durante las elecciones a la presidencia del consejo estudiantil y la presencia en ellas de una ambiciosa candidata: la típica estudiante pelota de expediente inmaculado, Tracy Flick (una gran Resse Witherspoon). McAllister pretende frenar a la perfecta Tracy, quien también hundió la carrera de uno de sus compañeros, y pondrá todo su empeño para evitar su casi segura victoria. El relato lo completan unos secundarios de lo más variopintos en una historia sobre la ambición y los distintos caminos, o atajos, existentes para conseguir nuestros objetivos.

A propósito de Schmidt (2002) es una lúcida reflexión sobre la soledad tras la jubilación y el cómo se observa la propia vida una vez llegada esa etapa. Un excelente Jack Nicholson borda su papel del lacónico y parco Warren Schmidth. Un hombre honesto al que su jubilación, la repentina muerte de su mujer y el matrimonio de su única hija (Hope Davis) con un “papanatas” le conducirán a agudas y amargas reflexiones sobre cómo ha conducido su vida. A través de las cartas enviadas a un niño de seis años al que ha apadrinado a través de una ONG, Schmidth irá confesando sus frustraciones y sus opiniones sobre su vida y quienes le rodean. Pese a algunos golpes de malévolo humor negro, Payne termina tratando con la merecida ternura al particular personaje de Nicholson.

Y en espera del estreno de su próximo trabajo, Nebraska (una historia sobre emigrantes mexicanos empleados en mataderos de Nebraska), la última de sus películas, Sideways, es una divertida historia de dos amigos en plena crisis de los cuarenta que, como celebración previa a la boda de uno de ellos, se van de viaje por la región vitivinícola del sur de California. Tanto Miles (Paul Giamatti) como Jack (Thomas Haden Church) verán aflorar todas sus dudas existenciales durante un viaje pensado, a priori, para relajarse degustando los mejores caldos de la zona y jugando al golf. En el filme, el proceso de elaboración de los vinos sirve como metáfora de la propia vida, de las dificultades que encontramos para crecer y madurar en ella. Virginia Madsen (Maya) y Sandra Oh (Stephanie) completan el magnífico reparto de una película deliciosa.

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Desratización masiva en la cloaca

Por | 29 octubre 2006 | Comentar


Scorsese regresa a las calles con un brutal baño de sangre de ritmo frenético. No hay tregua en esta película en la que la violencia marca de la casa del neoyorquino impregna todo el metraje. Respaldada por un sólido reparto en el que DiCaprio demuestra que, sin duda, es uno de los grandes (he de confesar mis reticencias con él al inicio de su carrera) y en el que a Nicholson le han dejado rienda suelta para su histrionismo más salvaje, Infiltrados (The Departed) es toda una lección de ritmo cinematográfico, una exhibición de maestría en el uso milimétrico de los elementos narrativos. Quizá, puesto a buscarle algún 'pero', se puedan tildar de poco verosímiles algunas secuencias, aunque el resultado de esta cinta (basada en el clásico de cine policíaco hongkonés Infernal Affairs) no deja por ello de ser magnífico. Su argumento propone un juego de 'topos' infiltrados en dos bandos opuestos: el de los policías y el de una banda de mafiosos irlandeses.


Título: Infiltrados (The Departed)
Dirección: Martin Scorsese.
País: USA.
Año: 2006.
Duración: 152 min.
Género: Thriller.
Interpretación: Leonardo DiCaprio (Billy Costigan), Matt Damon (Colin Sullivan), Jack Nicholson (Frank Costello), Mark Wahlberg (sargento Dignam), Martin Sheen (capitán Queenan), Ray Winstone (Sr. French), Vera Farmiga (Madolyn), Alec Baldwin (capitán Ellerby), Anthony Anderson (Brown), Kevin Corrigan (Sean), James Badge Dale (Barrigan).
Guión: William Monahan, inspirado en la película "Infernal affairs" de Andrew Lau y Alan Mak.
Producción: Brad Pitt, Brad Grey y Graham King.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Michael Ballhaus.
Montaje: Thelma Schoonmaker.
Diseño de producción: Kristi Zea.
Vestuario: Sandy Powell.
Estreno en USA: 6 Octubre 2006.
Estreno en España: 27 Octubre 2006.
Web: www.infiltrados-es.com.

Los dos protagonistas nos son presentados esquemática y eficazmente en un breve intercambio de secuencias puestas en paralelo. Si a Billy Costigan (Leonardo DiCaprio) siempre le acechó la delincuencia de su mafioso entorno familiar, a Colin Sullivan (Matt Damon), en cambio, le atrajo el mundo de la delincuencia desde pequeño en vista de lo fácil que era hacer dinero a la vera de ese ambiente. Ambos ingresaron en la Academia de policía, pero si a Sullivan los éxitos le llegan con pasmosa facilidad, Costigan pasará por un via crucis para superar su herencia familiar y demostrar su valía como policía. Entre ambos se halla el despiadado jefe mafioso Frank Costello (Jack Nicholson); Costello apadrinó desde pequeño a Sullivan y tuvo todo tipo de tratos con el tío de Costigan, otra leyenda en el mundillo del crimen organizado. Solo y decidido a no acercarse a ese ambiente siguiendo el aislado ejemplo de honestidad de su padre, Billy se verá forzado por sus superiores (Mark Wahlberg y Martin Sheen) a infiltrarse en la organización de Costello para ayudar a desmantelarla. Pero su trabajo se verá continuamente saboteado por el soplón de Costello en el grupo especial de investigadores que va tras él, su ahijado Sullivan.

Mención aparte merece el papel de Nicholson, desatado como hacía tiempo no se le veía en un papel de sádico, mujeriego y amoral consumado que, dada la propia biografía de Jack, le viene como anillo al dedo. Sin embargo, no me terminó de convencer el triángulo amoroso entre Sullivan, Costello y la psiquiatra que trata a éste, Madolyn (Vera Farmiga).

La estética de los planos o la elección de temas musicales, con la reiterada aparición del Guimme Shelter de los Stones, llevan la inconfundible rúbrica del perfeccionista Scorsese. Salvaje y salpicada con negrísimo humor negro, The Departed es la mejor cinta cocinada por la sociedad DiCaprio-Scorsese. Gans of New York se quedó a medio camino de la excelencia, aunque es una cinta notable, y de El aviador yo sólo rescataría algunas aspectos, como la profundización en la paranoica mente de Howard Hughes. Cuando le preguntan machaconamente por si este año le tocará por fin el Oscar, Scorsese responde que a él sólo le importa que su trabajo guste al público para seguir trabajando en nuevos proyectos. Le creo, pues no parece fácil hacer cine de autor en estos tiempos en los que la industria ha retomado con fuerza el control de los estudios. Por tanto, es para alegrarse que el realizador de origen italiano se mantenga en tan buena forma, pues así podrá seguir exhibiendo su sabiduría cinematográfica en futuros proyectos.

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Agonía y estupefacción

Por | 24 octubre 2006 | Comentar


El cine es una concentrado de emociones de un par de horas que aumenta y sublima todo lo que pasa por su filtro. Pero la realidad, a veces, puede contener tantos ingredientes que reducen a superfluo todo afán ficcionador. Paul Greengrass, haciendo bueno el axioma de que menos es más, ha seguido esta premisa para una cinta tan magistral como honesta. Con un estilo emparenantado con el documental, United 93 es la primera de las películas con un argumentado centrado exclusivamente en la tragedia del 11 de septiembre de 2001. Al contrario que Oliver Stone, quien ha filmado un laudatorio con ribetes patrioteros, Greengrass decidió renunciar a efectismo alguno. Quería homenajear a quienes perdieron su vida aquel día en el tercer vuelo suicida, el United 93, y demostrar cómo el caos de aquellas desquiciantes horas redujeron a inútiles todas las medidas militares autodefensivas.


Título: United 93
Dirección y guión: Paul Greengrass.
Países: USA, Francia y Reino Unido.
Año: 2006.
Duración: 91 min.
Género: Drama.
Interpretación: Becky London (Jean Peterson), Cheyenne Jackson (Mark Bingham), Chip Zien (Mark Rothenburg), Chloe Sirene (Honor Wainio), Christian Clemenson (Thomas Burnett), Corey Johnson (Louis Nacke), Daniel Sauli (Richard Guadagno), David Alan Basche (Todd Beamer), David Rasche (Donald Greene), Denny Dillon (Colleen Fraser), Erich Redman (Christian Adams).
Producción: Paul Greengrass, Lloyd Levin, Tim Bevan y Eric Fellner.
Música: John Powell.
Fotografía: Barry Ackroyd.
Montaje: Clare Douglas, Christopher Rouse y Richard Pearson.
Diseño de producción: Dominic Watkins.
Vestuario: Dinah Collin.
Estreno en USA: 28 Abril 2006.
Web: www.united93.uip.es

La fidelidad a los hechos es tal que Greengrass y su equipo entrevistaron en numerosas ocasiones a los familiares de los pasajeros fallecidos en el United para acercarse con el mayor respeto posible a esas personas y a quienes aún lloran su pérdida. De ahí, la deliberada ausencia de rostros conocidos en el reparto o el haber conservado los verdaderos nombres tanto de los pasajeros como de los terroristas suicidas. Y en esta línea de verismo, el relato de cómo se vivió la caótica situación desde los controles aéreos y los mandos militares se basó, directamente, en las grabaciones de las comunicaciones hechas desde aviación civil aquella mañana. De modo que estos diálogos están trufados de abundantes tecnicismos relativos a instrucciones de vuelo que, aunque incomprensibles a oídos del profano, también redundan en esta mimetización que el relato hace del suceso real.

Argumentalmente, la película propone una narración clásica y sin estridencias. La propia evolución de los hechos, desde el rutinario embarque de los pasajeros en el vuelo hasta el nerviosismo de los suicidas previo a su acción, será la que imprima emoción al drama que se avecina. Aquí, la identificación con las víctimas del vuelo es absoluta, pues a quién no se le pasa por la cabeza que, en cualquier otro vuelo, pudiera suceder una tragedia similar. Y los terroristas, en lugar de caracterizarlos con la típica imagen de psicópatas lanza-discursos, aparecen como unos jóvenes inseguros aunque tan fuertemente ideologizados como para acometer sus terribles órdenes.

Y el magnífico guión de Greengrass evita caer en la tentadora grandilocuencia o en trilladas menciones políticas, simplemente se centra en dos asuntos: en cómo unos pasajeros deciden enfrentarse, y rebelarse algunos, ante el hecho de morir en un vuelo suicida, y en cómo el resto de ciudadanos —militares incluidos— asistió con impotencia a la retransmisión en directo de los atentados. Así, por un lado, compartimos la agonía de los pasajeros del United 93 cuando toman conciencia de que el final de sus vidas podía estar cerca, pero también asistimos con estupefacción a la incapaz respuesta de la primera potencia militar del mundo ante el mayor ataque terrorista sufrido dentro de sus fronteras. Quedaba claro que, ante la férrea determinación de matar de un terrorista, de poco o nada sirven todas las medidas autodefensivas sobre las que se edifica la idea de la seguridad interior.

Aunque recurre en exceso a la cámara al hombro, esta elección de planos está plenamente justificada para retratar la agitación de esa mañana y en sintonía con la estética realista de toda la cinta. Quienes vean United 93 deberán olvidarse de estereotipos ya vistos en cintas de secuestros aéreos. No hallarán al tripulante-héroe capaz de deshacerse de los captores ni a militares salvapatrias, sólo verán a personas corrientes, como cualquiera de nosotros, que hicieron todo lo posible por salvar sus vidas. Porque el lógico instinto de supervivencia es el que aflora con más fuerza en una situación tan extrema.
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Para quienes sepan mirar

Por | 13 octubre 2006 | Comentar


Conocía la faceta de Guillermo del Toro como sólido director de un cine de acción y terror al que impregna siempre de su particular e imaginativa visión. Pero esta magnífica cinta, que, adelanto, es una de las mejores producidas este año por el cine español, me ha descubierto a un gran narrador capaz de aunar, en un mismo relato, la magia de las fábulas y lo más horrible de la condición humana. El laberinto del fauno es una película tan atípica como audaz en su doble propuesta narrativa. Si los monstruos de cuento a los que Ofelia (magnífica Ivana Baquero) se enfrenta en sus aventuras son terroríficos, no menos lo son algunos de los seres humanos con quienes convivirá en una hostil realidad. Su madre Carmen (Ariadna Gil) le dice que ya es mayor para tanta "zarandaja", pero ella se aferra con fuerza a su personal universo, hasta el punto de vivir casi abstraída de la ingrata cotidianediad. Supera con valor encomiable las más duras pruebas de su fábula mientras vive con pavor los nuevos acontecimientos que rodean a su vida, a la de su madre y a la de su hermano aún no nacido.


Título: El laberinto del fauno
Dirección y guión: Guillermo del Toro.
Países: España y México.
Año: 2006.
Duración: 112 min.
Género: Drama, fantástico.
Interpretación: Sergi López (Vidal), Maribel Verdú (Mercedes), Ivana Baquero (Ofelia), Álex Angulo (doctor), Ariadna Gil (Carmen), Doug Jones (fauno), César Bea (Serrano), Manuel Solo (Garcés), Roger Casamajor (Pedro).
Producción: Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón, Álvaro Augustín, Bertha Navarro y Frida Torresblanco.
Música: Javier Navarrete.
Fotografía: Guillermo Navarro.
Montaje: Bernat Vilaplana.
Diseño de producción: Eugenio Caballero.
Vestuario: Lala Huete.
Estreno en España: 11 Octubre 2006.
Web: www.ellaberintodelfauno.com.

El uso de la imaginación como escapatoria de la más horrible realidad, por tanto, es uno de los asuntos propuestos por Del Toro, quien sufrió en primera persona el lado más cruel de la vida durante el secuestro de su padre. El filme nos sitúa en la España de la posguerra coincidente con la Segunda Guerra Mundial. Es 1944 y aún quedan reductos de las tropas republicanas, conocidos como 'maquis', que luchan refugiados en las montañas contra el Ejército franquista. Un espléndido Sergi López pone rostro al despiado capitán Vidal, quien comandará unas tropas destinadas a acabar con el grupo de insurgentes apostados en las laderas de la montaña. Carmen es la viuda de un sastre y la madre de Ofelia, una niña de 13 años adicta a los cuentos fantásticos. Como medio de supervivencia, Carmen se casó en segundas nupcias con el capitán Vidal, quien sólo parece interesado por el bienestar del hijo que Carmen lleva en su seno y está a punto de nacer. Y trata con desdén a su esposa e hijastra, condenadas a tratarle servilmente para hacer frente a esos años de hambruna y carestía nacionales. Ambas viajan hasta el molino donde Vidal tiene su centro de operaciones. Allí, Mercedes (gran Maribel Verdú) dirige el servicio de la casa y el Doctor (Álex Angulo) cuida del estado de salud de Carmen, recién llegada tras un largo y duro viaje junto a Ofelia.

Ofelia, ajena a la despiada caza de Vidal (la interpretación de López está a la altura, por ejemplo, del Ralph Fiennes que en La lista de Schindler hizo del sádico Amon Goeth), descubrirá las ruinas de un laberinto en el bosque. Allí se econtrará con un fauno que la reconoce como una princesa. Aunque incrédula al principio, ella accede a enfrentarse a las tres pruebas que la devolverán a su reinado. Correrá toda suerte de peligros, pero ninguno le aterrará tanto como su padrastro y el oscuro mundo que éste representa. El estado de salud de Carmen se agrava conforme se acerca el parto y ella se ve atrapada entre el deber de asistir a su madre y las pruebas que ha de completar para cuando llegue la luna llena.

De estética lúgubre y a ratos repulsiva, El laberinto del fauno no es una película al estilo Las crónicas de Narnia, pese a contar con faunos y hadas en su historia. La extrema violencia mostrada o sugerida por las elipsis en el relato real, así como la aterrodora ambientación de la parte onírica, impiden que ésta sea una cinta apta para un público infantil. Pero sí muy recomendable para el resto.

La cinta, en su corolario, vindica el mundo de la imagiación y los sueños como antídoto frente a la peor cara de lo real. Del Toro, aquí, hace casi una declaración de principios acerca de su propia visión de la vida. Según el mexicano, la literatura, el cine u otras artes nos pueden facilitar el acceso a tan estimulante mundo, pero, como se advierte en la cinta, éste sólo estará abierto para quienes sepan mirar. Por eso, quizá sea preciso mirar con los ojos de un niño.

OTRAS OPINIONES...
Rosenrod, de 'Dioses y Monstruos': "Del Toro ha escogido la Guerra Civil española como uno de los momentos en los que la muerte, la destrucción y la oscuridad se impusieron con fuerza, apagando cualquier luz".
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Jose, de 'Cine': "La crueldad del capitán no conoce ningún límite, empieza siendo gratuita y acaba siendo desmesurada. El mundo fantástico de la princesa y el fauno no contiene ningún ser tan aterrador"
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Txapulin, de 'Txapulines al limón': "Desde luego no es un cuento para niños, sino un cuento para adultos tan fuertes como sensibles"

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Bucle de corrupciones palaciegas

Por | 09 octubre 2006 | Comentar


Por lo visto, no parecemos llamados en el cine patrio a hacer buenas películas históricas. Sin tantas expectativas previas como con Alatriste, la decepción que me produjo Los Borgia no ha sido tan mayúscula, aunque el pobre resultado de una y otra sea más o menos parejo. A esta cinta dirigida por Antonio Hernández le ocurre algo muy parecido que a la de Elías Yánez: aburre soberanamente durante su extenso e injustificado metraje de dos horas y media. La película es de lo más plana en el desarrollo de un relato que casi se podría calificar de protocolario. Comienza a partir de uno de los últimos hechos acaecidos a la otrora poderosa y temida familia Borgia, ya en vías de una decadencia absoluta. Tras ser apresado César, el primogénito del ya fallecido Papa Borgia, la cinta nos remonta varios años atrás, hasta la coronación de Rodrigo Borgia como el Pontífice Alejandro VI. Ya sabemos, porque nos lo acaban de dejar claro y se trata de un relato histórico, que la gloria recién adquirida por esta familia de origen levantino iba a ser dilapidada por los odios y envidias sembrados por sus miembros. Pero lo que deja al filme en la medianía es su poco original forma de narrar los acontecimientos. Uno puede suponer que habrá traiciones sin escrúpulos, escenas de cama incestuosas y peripecias bélicas, pero lo que resulta desalodador es la cíclica sucesión de secuencias de este tipo a la que asistimos.


Título: Los Borgia
Dirección: Antonio Hernández.
País: España.
Año: 2006.
Duración: 120 min.
Género: Drama.
Interpretación: Sergio Peris-Mencheta (César Borgia), Lluís Homar (Rodrigo Borgia), María Valverde (Lucrecia Borgia), Paz Vega (Caterina Sforza), Ángela Molina (Vanozza Cattanei), Sergio Muñiz (Juan Borgia), Eloy Azorín (Jofré Borgia), Roberto Álvarez (Burkard), Linda Batista (Sancha de Aragón), Antonio Dechent (Michele Corella), Roberto Enríquez (Paolo Orsini), Eusebio Poncela (Cardenal Giuliano della Rovere).
Guión: Piero Bodrato.
Producción: Teddy Villalba y Guido de Angelis.
Música: Ángel Illarramendi.
Fotografía: Javier García Salmones.
Montaje: Iván Aledo.
Dirección artística: Stilde Ambruzzi.
Vestuario: Luciano Capozzi.
Estreno en España: 6 Octubre 2006.
Web: www.losborgia.com.

La ascensión y posterior hundimiento de una familia deseosa de ajustar cuentas con los príncipes de los territorios limítrofes puede dar para mucho, más aún cuando quienes protagonizan la acción son los miembros de una de las familias de nobles que más ríos de tinta ha generado entre ensayos y relatos históricos novelados. Pero el cine, para ser bueno, precisa del buen manejo de algunos resortes para transmitir emoción al espectador. Los diálogos han de tener fuerza, las imágenes y cómo se monten, también, los intérpretes han de meterse en la piel de un personaje que cobre verdadera vida gracias a su trabajo. Cosas de lo más obvias, pero que, si fallan en su conjunto, convierten el visionado de un filme en insípido. Y esto le sucede a Los Borgia, otra cinta nacional estrenada con las campanillas de haber sido cara —10 millones de euros— y contar con destacados actores de nuestro cine. Por cierto, me llama la atención cómo los medios de comunicación han destacado tanto en Alatriste como en Los Borgia los muchos millones de euros que han costado ambas producciones; como si los desembolsos millonarios asegurasen la calidad y éxitos artísticos.

Se nota que se han gastado el dinero en vestuarios, en el rodaje en exteriores e interiores que ambientaran la época, en las pocos minutos de metraje de escenas bélicas, y el resultado es convincente en este sentido. El lujo y pompa de las instalaciones vaticanas queda muy bien retratado, aunque las secuencias de batallas sean un quiero y no puedo. Con planos muy cerrados y sin grandes lujos en los movimientos de cámara, estas escenas bien podrían haber sido eliminadas; total, si la película va más de las barbaridades perpetradas por la familia Borgia desde la poderosa poltrona papal que de otra cosa. Algo de lo que dan buena cuentan las continuas intrigas y habladurías de alcoba, usadas con reiteración machacona en la cinta. En definitiva, la película sólo funciona como válido testimonio de las andanzas de Rodrigo Borgia y sus vástagos durante el tiempo en que desembarcaron en el Vaticano como un elefante en una cacharrería
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El trillado conflicto entre vida personal y profesional

Por | 08 octubre 2006 | Comentar


La presencia de Meryl Streep en el reparto o su original cartel me llevaron a desechar la idea de que ésta sería una tópica película sobre asuntos tan repetidos como la dicotomía entre vida personal y profesional. Pero me equivoqué. El Diablo viste de Prada cuenta una historia vista ya cientos de veces en el cine y lo hace con la falta de originalidad propia de este tipo de películas. A caballo entre la comedia blanda y el drama sensiblero, la cinta es tan predecible como poco incisiva en el planteamiento de sus conflictos. Anne Hathaway encarna el papel de la inexperta y guapa chica que aterriza en una entrevista de trabajo para optar al puesto de secretaria de la redactora-jefe de la revista de moda de referencia, Runaway.


Título: El Diablo viste de Prada (The Devils wears Prada)
Dirección: David Frankel.
País: USA.
Año: 2006.
Duración: 109 min.
Género: Comedia dramática.
Interpretación: Meryl Streep (Miranda Priestly), Anne Hathaway (Andrea Sachs), Stanley Tucci (Nigel), Simon Baker (Christian Thompson), Emily Blunt (Emily), Adrian Grenier (Nate), Tracie Thoms (Lilly), Rich Sommer (Doug), Daniel Sunjata (James Holt), Rebecca Mader (Jocelyn).
Guión: Aline Brosh McKeena; basado en la novela de Lauren Weisberger.
Producción: Wendy Finerman.
Música: Theodore Shapiro.
Fotografía: Florian Ballhaus.
Montaje: Mark Livolsi.
Diseño de producción: Jess Gonchor.
Vestuario: Patricia Field.
Estreno en USA: 30 Junio 2006.
Estreno en España: 6 Octubre 2006.
Web: www.fox.es/eldiablovistedeprada.

En el surrealista mundo de esta publicación, donde el despelleje al compañero es el pan de cada día de quienes trabajan allí, Miranda Priestly (Meryl Streep) dirige Runaway como si fuera el cómitre que azota a los remeros de una galera. Y sus empleados le rinden un vasallaje propio del medievo. En un mundo tan particular, la exigencia laboral comienza desde primeras horas del día, cuando los empleados de la revista se esfuerzan por vestir a la moda y aderezarse con los complementos más exclusivos. Tras presentar este particular mundo, la trama de la cinta sigue un desarrollo de lo más predecible. La chica aterrizada inverorsímilmente en el universo Runaway es una buena hija, una buena amiga y una buena novia. Dice no sentirse parte de toda esta 'troupe', pero el reto de superar las exigencias de su esclavitud laboral le irán seduciendo por ese "lado oscuro" a media que se vuelve más eficaz y resolutiva.

De manera que el conflicto está servido: cuanto más se implica en su absorbente trabajo a tiempo completo, sus principios y vida personal más se van a pique. Deberá elegir entre lo bueno, su vida personal, o lo nocivo, el superficial mundo de egos del que parece haber sido abducida. Maniquea y estereotipada, la película no profundiza en ninguno de los asuntos puestos sobre el tapete y el perfil de sus personajes es tan prototípico que ni merece la pena valorar el trabajo de un reparto, simplemente, eficaz. La Streep hace de mala malísimia jefa, pero, como la peli es muy blandita y tan bienintencionada como todas las de su clase, en su moraleja la medio rescatan de la aureola diabólica que la había envuelto durante todo el metraje. Y la bella Hathaway, de cuyo bagaje sólo se puede subrayar su trabajo en Brokeback Mountain, aprenderá la leccioncita de vida de rigor. Y tiene su lógica que la cinta sea tan flojita y se relama tanto en el mundillo del 'glamour', pues su director, David Frankel, se ha curtido en la dirección de episodios de series como Sexo en Nueva York o El Séquito.

OTRAS OPINIONES...
Jose, de Cine: "El diablo viste de Prada habla de la obsesión por la moda y la delgadez para estar a la altura de una jefa y un imperio cosmético, como es el de las revistas de moda"
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Almudena Muñoz Pérez, en LA BUTACA: "Escondida bajo su vistoso título, la cinta se mantiene dentro del estrecho esquema de las comedias más convencionales, de los personajes más estereotipados y de la estética más revistera. No arriesga en el plano romántico, ni en el interpretativo..."

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Caperucita, contra el espionaje industrial

Por | 03 octubre 2006 | Comentar



Título: La increíble pero cierta historia de Caperucita Roja (Hoodwinked)
Dirección: Cory Edwards.
Codirección: Todd Edwards y Tony Leech.
País: USA.
Año: 2005.
Duración: 80 min.
Género: Animación, comedia.
Doblaje original/español: Anne Hathaway/Leonor Watling (Caperucita Roja), Glenn Close/Amparo Baró (abuelita), Patrick Warburton/Carlos Latre (lobo), Jim Belushi/Jordi Royo (leñador), David Ogden Stiers (Nicky Croac), Andy Dick (Boingo), Xzibit (jefe Pardo), Anthony Anderson (Bill Cigüeña), Chazz Palminteri/Carles Di Blasi (oveja), Cory Edwards/Anabel Alonso (Balita la ardilla).
Guión: Cory Edwards, Todd Edwards y Tony Leech; basado en un argumento de Cory Edwards y Todd Edwards.
Producción: Maurice Kanbar, Sue Bea Montgomery, Preston Stutzman y David K. Lovegren.
Música: John Mark Painter.
Montaje: Tony Leech.
Estreno en USA: 16 Diciembre 2005.
Estreno en España: 22 Septiembre 2006.
Web: www.mangafilms.es/caperucitaroja.

Cambian los tiempos y los relatos clásicos para niños se adecúan a los mismos. El cine, con existosas películas como Shrek, ha sabido sacar bastante provecho a esta actualización de cuentos incardinados en nuestro imaginario colectivo. Si las distintas versiones de este clásico han deambulado entre la moraleja de corte sexual de Perrault y el final feliz de los hermanos Grimm, esta película apuesta por un enfoque menos dramático y más propio de un aventura de acción a lo Misión Imposible con ramalazos de Matrix. Incluso, a juzgar por la estructura de su guión, la cinta guarda ciertas concomitancias con las historias de Hércules Poirot nacidas de la pluma de Agatha Christie. En el caso de La increíble pero cierta historia de Caperucita Roja, el detective Nicky Croac ejercería de álter ego del famoso investigador belga y los cuatro protagonistas del cuento —Caperucita, el lobo, la abuela y el leñador— serían los cuatro sospechosos que aportarán visiones distintas de los hechos.

Todos esconden tras de sí sorprendentes historias: Caperucita no es la niña feliz que reparte los deliciosos dulces de su abuelita, sino que se aburre en un bosque cada vez más solitario; la abuelita, tras su imagen de venerable anciana repostera, oculta su faceta de contumaz especialista en deportes extremos de riesgo; el lobo es un reportero de investigación que se vale del disfraz para descubrir hechos noticiosos; y el leñador es un tirolés aspirante a actor que ensaya su papel de cortador de troncos para el 'casting' de un anuncio publicitario. Pero ninguno de ellos miente. El perspicaz Nicky Croac deberá juntar las piezas del puzzle diseminadas por cada una de las cuatro historias para desvelar el misterio sobre el robo de las recetas de dulces que ha obligado a cerrar a la mayoría de reposteros del bosque.

Con los ya habituales guiños al musical, esta comedia de aventuras no es un lujo en lo visual pero sí ofrece algunos buenos momentos de risa y diversión. Y testimonia cómo la revisión de lo cuentos de siempre recibe la influencia directa de nuestra sociedad actual, tan impregnada por la omnipresente cultura mediática.

OTRAS OPINIONES...
Jose, de Cine: "Está contada con la intención de encontrar un final feliz para un cuento más bien sanguinario. Y se puede felicitar a los autores por los dos giros que había que engarzar para conseguirlo"
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Emilio Calvo de Mora, de Espejo de los Sueños: "Los directivos de Miramax han dado en la diana: han reescrito la épica de los cuentos de antaño con aderezos modernos"

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Juego de crímenes en una España en extinción

Por | 29 septiembre 2006 | Comentar


El cine se suele nutrir de lugares comunes que, pese a su repetido uso, no dejan de funcionar. Uno de ellos lo conocemos de sobra y más aún en los últimos tiempos, con ‘remakes’ recientes como La matanza de Texas o Las colinas tienen ojos. Me refiero a la ubicación de sucesos terribles en lugares inhóspitos, casi despoblados, donde los días transcurren con una anodina cotidianeidad. En La noche de los girasoles, el debutante Jorge Sánchez-Cabezudo sitúa su relato en uno de esos sitios, en concreto, en un pueblo avulense propio de una España rural en vías de extinción. En este calmo escenario, la historia de la película detalla los pormenores de un suceso típico de la, cada vez más abultada, crónica negra de los telediarios. Y para mantener el interés, la historia es contada de forma fragmentada, al estilo de Arriaga, e introduce un interesante giro en su trama para que el espectador recomponga el rompecabezas de los hechos.


Título: La noche de los girasoles
Dirección y guión: Jorge Sánchez-Cabezudo.
País: España.
Año: 2005.
Duración: 100 min.
Género: Drama.
Interpretación: Carmelo Gómez (Esteban), Judith Diakhate (Gabi), Celso Bugallo (Amadeo), Manuel Morón (Vendedor), Mariano Alameda (Pedro), Vicente Romero (Tomás), Walter Vidarte (Amós), Cesáreo Estébanez (Cecilio), Fernando Sánchez-Cabezudo (Beni), Petra Martínez (Marta).
Producción: Enrique González Macho.
Música: Krishna Levy.
Fotografía: Ángel Iguacel.
Montaje: Pedro Ribeiro.
Dirección artística: Diego Modino y Alberto Sánchez-Cabzudo.
Vestuario: Silvia García-Bravo.
Estreno en España: 25 Agosto 2006.
El descubrimiento de una cueva en el pueblo es vivido por los vecinos con expectación. La sola posibilidad de que la cavidad subterránea tenga cierto valor arqueológico despierta las ilusiones de unos ciudadanos que ansian volver a "estar en el mapa". Como dice el alcalde del pueblo, no sin cierta ingenuidad, la clave para conseguirlo está en el "turismo rural". De manera que la llegada de los espeléologos es recibida en plan Bienvenido Mr. Marshall. Antes de que esto ocurra, Sánchez-Cabezudo ya ha sembrado la inquietud en el espectador con un suceso narrado al principio del filme: la violación y asesinato de una joven ocurrido en las inmediaciones del pueblo. Así, esta trama y la de los espeléologos parecen discurrir por caminos semejantes y con protagonistas comunes, pero el guión jugará a un inteligente despiste que se sigue con interés.

En el reparto coral de la cinta, el rostro más conocido es el de Carmelo Gómez, quien cumple con la solvencia habitual en su papel de uno de los espeleólogos, sobresale un secundario siempre verosímil, Celso Bugallo, y sorprende la intepretación de la bella Judith Diakhate. Manuel Morón, ese rostro ya habitual en casi todas las producciones, grandes y pequeñas, de nuestro cine, está perfecto en el papel más desagradable y complejo de la cinta.

La noche de los girasoles es una de esas pequeñas-grandes cintas que nuestro cine nos regala de cuando en cuando y que vienen a corroborar una máxima del buen cine: antes que el dinero y la abundancia de medios, lo más importante son las buenas ideas. Y pese a estar adscrita a convenciones propias del thriller, su relato también ofrece una interesante visión sobre una España rural devorada por el éxodo masivo a la ciudad y que, prácticamente, va camino de quedarse en un eco del pasado. Si se cruza con ella en una cartelera, no la deseche con la facilidad, y ligereza, con la que a veces despreciamos nuestro cine. Verá recompensado, y con creces, el precio de su entrada.