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Agonía y estupefacción

Por | 24 octubre 2006 | Comentar


El cine es una concentrado de emociones de un par de horas que aumenta y sublima todo lo que pasa por su filtro. Pero la realidad, a veces, puede contener tantos ingredientes que reducen a superfluo todo afán ficcionador. Paul Greengrass, haciendo bueno el axioma de que menos es más, ha seguido esta premisa para una cinta tan magistral como honesta. Con un estilo emparenantado con el documental, United 93 es la primera de las películas con un argumentado centrado exclusivamente en la tragedia del 11 de septiembre de 2001. Al contrario que Oliver Stone, quien ha filmado un laudatorio con ribetes patrioteros, Greengrass decidió renunciar a efectismo alguno. Quería homenajear a quienes perdieron su vida aquel día en el tercer vuelo suicida, el United 93, y demostrar cómo el caos de aquellas desquiciantes horas redujeron a inútiles todas las medidas militares autodefensivas.


Título: United 93
Dirección y guión: Paul Greengrass.
Países: USA, Francia y Reino Unido.
Año: 2006.
Duración: 91 min.
Género: Drama.
Interpretación: Becky London (Jean Peterson), Cheyenne Jackson (Mark Bingham), Chip Zien (Mark Rothenburg), Chloe Sirene (Honor Wainio), Christian Clemenson (Thomas Burnett), Corey Johnson (Louis Nacke), Daniel Sauli (Richard Guadagno), David Alan Basche (Todd Beamer), David Rasche (Donald Greene), Denny Dillon (Colleen Fraser), Erich Redman (Christian Adams).
Producción: Paul Greengrass, Lloyd Levin, Tim Bevan y Eric Fellner.
Música: John Powell.
Fotografía: Barry Ackroyd.
Montaje: Clare Douglas, Christopher Rouse y Richard Pearson.
Diseño de producción: Dominic Watkins.
Vestuario: Dinah Collin.
Estreno en USA: 28 Abril 2006.
Web: www.united93.uip.es

La fidelidad a los hechos es tal que Greengrass y su equipo entrevistaron en numerosas ocasiones a los familiares de los pasajeros fallecidos en el United para acercarse con el mayor respeto posible a esas personas y a quienes aún lloran su pérdida. De ahí, la deliberada ausencia de rostros conocidos en el reparto o el haber conservado los verdaderos nombres tanto de los pasajeros como de los terroristas suicidas. Y en esta línea de verismo, el relato de cómo se vivió la caótica situación desde los controles aéreos y los mandos militares se basó, directamente, en las grabaciones de las comunicaciones hechas desde aviación civil aquella mañana. De modo que estos diálogos están trufados de abundantes tecnicismos relativos a instrucciones de vuelo que, aunque incomprensibles a oídos del profano, también redundan en esta mimetización que el relato hace del suceso real.

Argumentalmente, la película propone una narración clásica y sin estridencias. La propia evolución de los hechos, desde el rutinario embarque de los pasajeros en el vuelo hasta el nerviosismo de los suicidas previo a su acción, será la que imprima emoción al drama que se avecina. Aquí, la identificación con las víctimas del vuelo es absoluta, pues a quién no se le pasa por la cabeza que, en cualquier otro vuelo, pudiera suceder una tragedia similar. Y los terroristas, en lugar de caracterizarlos con la típica imagen de psicópatas lanza-discursos, aparecen como unos jóvenes inseguros aunque tan fuertemente ideologizados como para acometer sus terribles órdenes.

Y el magnífico guión de Greengrass evita caer en la tentadora grandilocuencia o en trilladas menciones políticas, simplemente se centra en dos asuntos: en cómo unos pasajeros deciden enfrentarse, y rebelarse algunos, ante el hecho de morir en un vuelo suicida, y en cómo el resto de ciudadanos —militares incluidos— asistió con impotencia a la retransmisión en directo de los atentados. Así, por un lado, compartimos la agonía de los pasajeros del United 93 cuando toman conciencia de que el final de sus vidas podía estar cerca, pero también asistimos con estupefacción a la incapaz respuesta de la primera potencia militar del mundo ante el mayor ataque terrorista sufrido dentro de sus fronteras. Quedaba claro que, ante la férrea determinación de matar de un terrorista, de poco o nada sirven todas las medidas autodefensivas sobre las que se edifica la idea de la seguridad interior.

Aunque recurre en exceso a la cámara al hombro, esta elección de planos está plenamente justificada para retratar la agitación de esa mañana y en sintonía con la estética realista de toda la cinta. Quienes vean United 93 deberán olvidarse de estereotipos ya vistos en cintas de secuestros aéreos. No hallarán al tripulante-héroe capaz de deshacerse de los captores ni a militares salvapatrias, sólo verán a personas corrientes, como cualquiera de nosotros, que hicieron todo lo posible por salvar sus vidas. Porque el lógico instinto de supervivencia es el que aflora con más fuerza en una situación tan extrema.