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Bucle de corrupciones palaciegas

Por | 09 octubre 2006 | Comentar


Por lo visto, no parecemos llamados en el cine patrio a hacer buenas películas históricas. Sin tantas expectativas previas como con Alatriste, la decepción que me produjo Los Borgia no ha sido tan mayúscula, aunque el pobre resultado de una y otra sea más o menos parejo. A esta cinta dirigida por Antonio Hernández le ocurre algo muy parecido que a la de Elías Yánez: aburre soberanamente durante su extenso e injustificado metraje de dos horas y media. La película es de lo más plana en el desarrollo de un relato que casi se podría calificar de protocolario. Comienza a partir de uno de los últimos hechos acaecidos a la otrora poderosa y temida familia Borgia, ya en vías de una decadencia absoluta. Tras ser apresado César, el primogénito del ya fallecido Papa Borgia, la cinta nos remonta varios años atrás, hasta la coronación de Rodrigo Borgia como el Pontífice Alejandro VI. Ya sabemos, porque nos lo acaban de dejar claro y se trata de un relato histórico, que la gloria recién adquirida por esta familia de origen levantino iba a ser dilapidada por los odios y envidias sembrados por sus miembros. Pero lo que deja al filme en la medianía es su poco original forma de narrar los acontecimientos. Uno puede suponer que habrá traiciones sin escrúpulos, escenas de cama incestuosas y peripecias bélicas, pero lo que resulta desalodador es la cíclica sucesión de secuencias de este tipo a la que asistimos.


Título: Los Borgia
Dirección: Antonio Hernández.
País: España.
Año: 2006.
Duración: 120 min.
Género: Drama.
Interpretación: Sergio Peris-Mencheta (César Borgia), Lluís Homar (Rodrigo Borgia), María Valverde (Lucrecia Borgia), Paz Vega (Caterina Sforza), Ángela Molina (Vanozza Cattanei), Sergio Muñiz (Juan Borgia), Eloy Azorín (Jofré Borgia), Roberto Álvarez (Burkard), Linda Batista (Sancha de Aragón), Antonio Dechent (Michele Corella), Roberto Enríquez (Paolo Orsini), Eusebio Poncela (Cardenal Giuliano della Rovere).
Guión: Piero Bodrato.
Producción: Teddy Villalba y Guido de Angelis.
Música: Ángel Illarramendi.
Fotografía: Javier García Salmones.
Montaje: Iván Aledo.
Dirección artística: Stilde Ambruzzi.
Vestuario: Luciano Capozzi.
Estreno en España: 6 Octubre 2006.
Web: www.losborgia.com.

La ascensión y posterior hundimiento de una familia deseosa de ajustar cuentas con los príncipes de los territorios limítrofes puede dar para mucho, más aún cuando quienes protagonizan la acción son los miembros de una de las familias de nobles que más ríos de tinta ha generado entre ensayos y relatos históricos novelados. Pero el cine, para ser bueno, precisa del buen manejo de algunos resortes para transmitir emoción al espectador. Los diálogos han de tener fuerza, las imágenes y cómo se monten, también, los intérpretes han de meterse en la piel de un personaje que cobre verdadera vida gracias a su trabajo. Cosas de lo más obvias, pero que, si fallan en su conjunto, convierten el visionado de un filme en insípido. Y esto le sucede a Los Borgia, otra cinta nacional estrenada con las campanillas de haber sido cara —10 millones de euros— y contar con destacados actores de nuestro cine. Por cierto, me llama la atención cómo los medios de comunicación han destacado tanto en Alatriste como en Los Borgia los muchos millones de euros que han costado ambas producciones; como si los desembolsos millonarios asegurasen la calidad y éxitos artísticos.

Se nota que se han gastado el dinero en vestuarios, en el rodaje en exteriores e interiores que ambientaran la época, en las pocos minutos de metraje de escenas bélicas, y el resultado es convincente en este sentido. El lujo y pompa de las instalaciones vaticanas queda muy bien retratado, aunque las secuencias de batallas sean un quiero y no puedo. Con planos muy cerrados y sin grandes lujos en los movimientos de cámara, estas escenas bien podrían haber sido eliminadas; total, si la película va más de las barbaridades perpetradas por la familia Borgia desde la poderosa poltrona papal que de otra cosa. Algo de lo que dan buena cuentan las continuas intrigas y habladurías de alcoba, usadas con reiteración machacona en la cinta. En definitiva, la película sólo funciona como válido testimonio de las andanzas de Rodrigo Borgia y sus vástagos durante el tiempo en que desembarcaron en el Vaticano como un elefante en una cacharrería