Batman (Christian Bale), Selina (Anne Hathaway) y Bane (Tom Hardy).
Purga social
La portentosa trilogía de Christopher Nolan sobre Batman parece hilvanada por una una idea subyacente presente en las tres películas (en especial, en la primera y en esta última). En todas ellas, la ciudad de Gotham representa a una sociedad (¿la nuestra?) corrupta e insolidaria que sólo merece la purga radical para su redención. En la segunda, con la presencia de un Joker empecinado en demostrarle a Batman que nadie es incorruptible (ni el inquebrantable fiscal Dent), asistimos a la gratuita devastación de la ciudad por parte de un bufón del caos sin motivación ejemplarizante. Aunque en uno de los mejores duelos dialécticos del filme entre Batman y el Joker, éste sí alude a nuestro quebradizo orden social: “(...) Su moralidad, su ética, es una gran mentira. Se olvidan a las primeras de cambio. Sólo son tan buenos como el mundo les permite ser. Ya verás, cuando las cosas se tuerzan, esos individuos civilizados se matarán entre ellos”.