A grandes rasgos, la vida y sus vicisitudes pueden ser vistas desde dos puntos de vista diametralmente opuestos: el cómico y el trágico. El narrador, ya sea escritor o realizador de cine, puede también elegir entre ambos a la hora de establecer el tono de su relato. Aunque lo más difícil quizá sea saber conjugar ambos de manera equilibrada: para arrancar una sonrisa inteligente unas veces y emocionar, otras. Y moverse entre ambos terrenos es complicado, más aún cuando se abordan historias cotidianas, de las que a cualquiera nos pueden suceder. Porque sólo un pequeño paso separa la broma inteligente del chiste grotesco, el buen drama de las historias lacrimógenas de saldo. Pocos guionistas-directores actuales como Alexander Payne (1961, Omaha, Nebraska, EE UU) han sabido granjearse una fama de sólido narrador de este tipo de historias pegadas a la realidad, sin efectos ni artificios, con un estilo a caballo entre una sátira rayana, a veces, en el humor negro y el drama de unos personajes llenos de contradicciones.
Payne, cuyo nombre real es Alexandros Papadopoulos, dado su origen griego, debutó en la dirección de un largo con Citizen Ruth (1996), la única de sus películas no estrenada en España en la que aborda la historia de una indigente drogadicta que se enfrenta a un nuevo embarazo tras cuatro abortos previos. Las autoridades le exigen que aborte, en contra de su voluntad, y será ayudada en su cruzada por una asociación antiabortista. Aquí ya están presentes algunas de las señas de identidad de Payne: como la elección para sus localizaciones de su Omaha natal, ciudad donde se ambientan sus tres primeros filmes, o la inclusión en sus repartos de actores poco conocidos pero de sobrada calidad interpretativa. Laura Dern es la protagonista del filme, Ruth Stop, quien se verá sometida al escrutinio de distintos personajes con opiniones dispares sobre su conflicto existencial.
Su siguiente filme, Election (1999), es su comedia más ácida. Jim McAllister (Matthew Broderick) es profesor de bachillerato en un instituto de Omaha. Su vida atraviesa una crisis personal, con un matrimonio estancado y un trabajo anodino, que se verá agravada durante las elecciones a la presidencia del consejo estudiantil y la presencia en ellas de una ambiciosa candidata: la típica estudiante pelota de expediente inmaculado, Tracy Flick (una gran Resse Witherspoon). McAllister pretende frenar a la perfecta Tracy, quien también hundió la carrera de uno de sus compañeros, y pondrá todo su empeño para evitar su casi segura victoria. El relato lo completan unos secundarios de lo más variopintos en una historia sobre la ambición y los distintos caminos, o atajos, existentes para conseguir nuestros objetivos.
A propósito de Schmidt (2002) es una lúcida reflexión sobre la soledad tras la jubilación y el cómo se observa la propia vida una vez llegada esa etapa. Un excelente Jack Nicholson borda su papel del lacónico y parco Warren Schmidth. Un hombre honesto al que su jubilación, la repentina muerte de su mujer y el matrimonio de su única hija (Hope Davis) con un “papanatas” le conducirán a agudas y amargas reflexiones sobre cómo ha conducido su vida. A través de las cartas enviadas a un niño de seis años al que ha apadrinado a través de una ONG, Schmidth irá confesando sus frustraciones y sus opiniones sobre su vida y quienes le rodean. Pese a algunos golpes de malévolo humor negro, Payne termina tratando con la merecida ternura al particular personaje de Nicholson.
Y en espera del estreno de su próximo trabajo, Nebraska (una historia sobre emigrantes mexicanos empleados en mataderos de Nebraska), la última de sus películas, Sideways, es una divertida historia de dos amigos en plena crisis de los cuarenta que, como celebración previa a la boda de uno de ellos, se van de viaje por la región vitivinícola del sur de California. Tanto Miles (Paul Giamatti) como Jack (Thomas Haden Church) verán aflorar todas sus dudas existenciales durante un viaje pensado, a priori, para relajarse degustando los mejores caldos de la zona y jugando al golf. En el filme, el proceso de elaboración de los vinos sirve como metáfora de la propia vida, de las dificultades que encontramos para crecer y madurar en ella. Virginia Madsen (Maya) y Sandra Oh (Stephanie) completan el magnífico reparto de una película deliciosa.
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