En muchos casos se habla mal de nuestro cine porque se da más cancha a productos mediocres, basados en axiomas patrios como el sexo o el humor bizarro, que a buenos trabajos filmados por gente con talento e ideas sobre qué histora cuentan y cómo quieren hacerlo. Jaume Balagueró, especialista en el género de suspense que no descuida el contenido de sus historias y el pulso narrativo de las mismas, es un buen ejemplo de esos otros cineastas españoles dotados de un estilo propio para transitar por caminos distintos y menos sobreexplotados en nuestras fronteras.
Curtido en la escuela del cortometraje, este catalán de formación periodística y con experiencia ante los micrófonos (dirigió el programa La Espuma de los días) debutó con el largo Los sin nombre, una buena 'opera prima' lastrada quizá por el abuso de los clichés del pujante género del terror psicológico. Pese a todo, la buena acogida de esta cinta le posibilitó dar el salto internacional. Y lo hizo con un rotundo éxito. Darkness, cuya historia parte del cliché de la casa encantada, recaudó seis millones y medio de dólares durante sus dos primeros días de estreno en 1.7000 salas estadounidenses. En este trabajo corroboró su solvencia para crear terroríficas atmósferas y su firme propósito de narrar sin renunciar a la elegancia y sin dejarse llevar por los efectismos habituales. No obstante, y debido al irrenunciable factor comercial de estas costosas producciones, también asume en ella lugares comunes de este género avivado también por la industria japonesa.
Pero creo no equivocarme al considerar su último trabajo, Frágiles, como su película más redonda y equilibrada. La capacidad de Balagueró para aterrar permanece intacta en ella, pero a esta cualidad ya conocida se le suma una interesante historia primorosamente narrada. De nuevo, al igual que en Darkness, la cinta se rodó en inglés y contó con un eficaz reparto encabezado por Calista Flockhart (Amy). Se parte de unos hechos extraños y aterradores acaecidos en un centenario hospital infantil ubicado en la Isla de Wight (Gran Bretaña) a punto de ser cerrado. Desde esa punta del iceberg, la enfermera Amy, llegada para cubrir una vacante, irá desentrañando qué mal acecha a los niños y empleados del vetusto centro. El filme parte de un ritmo tranquilo para no estorbar la narración, sólo interrumpida puntualmente por extraños sucesos, pero se precipita hacia un final donde se armonizan escenas espeluznates y una última bella secuencia que aporta un envoltorio de fábula al conjunto.
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