Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) en Prometheus y Ripley (Sigourney Weaver) en Alien.
Más discurso que género
Treinta y tres años separan el reclamo
comercial de Alien (1979), “en el espacio nadie oirá tus
gritos”, del de esta Prometheus
(2012) anunciada con más grandilocuencia así: “Buscábamos
nuestro origen y podríamos haber encontrado nuestro fin”. Ambas
producciones contaban con expectativas previas muy distintas. Si la
primera era una cinta de terror y ciencia ficción cuyo éxito
comercial era una absoluta incógnita, la segunda resulta el regreso
de Ridley
Scott a los géneros
que lo glorificaron como director de culto tras esta cinta o la
posterior Blade Runner
(1982). Entre ambas media un prolífico y casi inagotable vivero de
secuelas, referencias y obras derivadas de aquella mítica primera
cinta reconocible al instante merced a los sugerentes diseñados
creados por el suizo H.R.
Giger.
Los paralelismos entre ambas cintas son evidentes. Porque, en cierto modo, Scott trata de llenar huecos argumentales presentes en su trabajo de 1979 con esta Prometheus. Las dos expediciones por el universo, tanto la de la nave Nostromo como la de la Prometheus, terminan llegando al mismo planeta, el LV-426, perteneciente al sistema extrasolar Zeta II Reticuli. La nave comercial Nostromo, que portaba un cargamento de mineral hacia la tierra, llega hasta allí por una aparente casualidad. El ordenador de la nave, Madre, decide desviar su trayectoria al captar una llamada de auxilio proveniente de allí. La Prometheus, en cambio, va a ese planeta a propósito, como destino de un viaje científico cuyo objetivo es hallar el origen de nuestra especie.
Basados en los estudios de dos investigadores convencidos de que nuestros creadores provienen de ese remoto planeta, la Prometheus va en su búsqueda para hallar respuestas, aunque éstas no serán las esperadas. Ésa sería la principal diferencia argumental entre ambos relatos. Pero las coincidencias continúan. Si en Alien hay una gran corporación que maquina para transportar vivo al letal polizón que alberga la nave en su viaje de regreso a casa, en esta último filme también existe un gran compañía financiando el proyecto con intereses espurios. Ambos grupos cuentan con un androide cuya curiosidad científica por la mortífera especie roza la fascinación. Y, además, las protagonistas principales de las dos cintas son mujeres que, en última instancia, deberán enfrentarse a la amenaza alienígena.
Incluso en la propia elección del reparto de una y otra cinta, Scott parece haber seguido criterios parecidos, al seleccionar para su protagonista a una actriz emergente pero sin estatus de estrella (Sigourney Weaver en el 79 o ahora Noomi Rapace) y acompañarla de secundarios solventes y de dilatada experiencia (John Hurt, Ian Holm o Harry Dean Stanton en Alien por Charlize Theron, Michael Fassbender o Idris Elba en Prometheus). También se han retomado los diseños de Giger para el 'Space Jockey' (en esta películas dados a conocer como los “ingenieros” de nuestra existencia), la nave espacial con los restos del jinete fosilizados, el planeta donde aquélla quedó varada o por la reconocible figura del xenoformo o alien desde su estado embrionario, con forma de escurridizo pulpo, hasta su desarrollo final con su conocido cráneo exageradamente alargado.
Lo que distancia a Prometheus de Alien es la dispar apuesta que ambos trabajos hacen por sus géneros. Mientras el segundo filme de Scott como realizador tras Los Duelistas (1977) fue concebido más como una cinta de terror espacial y, en principio, casi conlindante con la serie B de ciencia ficción de su época, esta Prometheus pierde fuerza por su exceso de ambición argumental. Alien tenía claro que su propósito era aterrar, mientras que Prometheus, sin renunciar a su alícuota parte de horror presente en su ADN, se pierde con tanta digresión explicativa y lastra su capacidad para aterrar. Por lo demás, este último trabajo del director británico ofrece una estética apabullante, una rica recreación de los exteriores del planeta LV-426 ausente en Alien y unas virtudes que la validan como buena muestra de digno cine de ciencia ficción. Pero la brillantez se sigue quedando del lado de la original e imperecedera Alien.
Los paralelismos entre ambas cintas son evidentes. Porque, en cierto modo, Scott trata de llenar huecos argumentales presentes en su trabajo de 1979 con esta Prometheus. Las dos expediciones por el universo, tanto la de la nave Nostromo como la de la Prometheus, terminan llegando al mismo planeta, el LV-426, perteneciente al sistema extrasolar Zeta II Reticuli. La nave comercial Nostromo, que portaba un cargamento de mineral hacia la tierra, llega hasta allí por una aparente casualidad. El ordenador de la nave, Madre, decide desviar su trayectoria al captar una llamada de auxilio proveniente de allí. La Prometheus, en cambio, va a ese planeta a propósito, como destino de un viaje científico cuyo objetivo es hallar el origen de nuestra especie.
Basados en los estudios de dos investigadores convencidos de que nuestros creadores provienen de ese remoto planeta, la Prometheus va en su búsqueda para hallar respuestas, aunque éstas no serán las esperadas. Ésa sería la principal diferencia argumental entre ambos relatos. Pero las coincidencias continúan. Si en Alien hay una gran corporación que maquina para transportar vivo al letal polizón que alberga la nave en su viaje de regreso a casa, en esta último filme también existe un gran compañía financiando el proyecto con intereses espurios. Ambos grupos cuentan con un androide cuya curiosidad científica por la mortífera especie roza la fascinación. Y, además, las protagonistas principales de las dos cintas son mujeres que, en última instancia, deberán enfrentarse a la amenaza alienígena.
Incluso en la propia elección del reparto de una y otra cinta, Scott parece haber seguido criterios parecidos, al seleccionar para su protagonista a una actriz emergente pero sin estatus de estrella (Sigourney Weaver en el 79 o ahora Noomi Rapace) y acompañarla de secundarios solventes y de dilatada experiencia (John Hurt, Ian Holm o Harry Dean Stanton en Alien por Charlize Theron, Michael Fassbender o Idris Elba en Prometheus). También se han retomado los diseños de Giger para el 'Space Jockey' (en esta películas dados a conocer como los “ingenieros” de nuestra existencia), la nave espacial con los restos del jinete fosilizados, el planeta donde aquélla quedó varada o por la reconocible figura del xenoformo o alien desde su estado embrionario, con forma de escurridizo pulpo, hasta su desarrollo final con su conocido cráneo exageradamente alargado.
Lo que distancia a Prometheus de Alien es la dispar apuesta que ambos trabajos hacen por sus géneros. Mientras el segundo filme de Scott como realizador tras Los Duelistas (1977) fue concebido más como una cinta de terror espacial y, en principio, casi conlindante con la serie B de ciencia ficción de su época, esta Prometheus pierde fuerza por su exceso de ambición argumental. Alien tenía claro que su propósito era aterrar, mientras que Prometheus, sin renunciar a su alícuota parte de horror presente en su ADN, se pierde con tanta digresión explicativa y lastra su capacidad para aterrar. Por lo demás, este último trabajo del director británico ofrece una estética apabullante, una rica recreación de los exteriores del planeta LV-426 ausente en Alien y unas virtudes que la validan como buena muestra de digno cine de ciencia ficción. Pero la brillantez se sigue quedando del lado de la original e imperecedera Alien.
Título: Prometheus. Dirección: Ridley Scott. País: USA. Año: 2012. Duración: 125 min. Género: Acción, ciencia-ficción, terror. Interpretación: Noomi Rapace (Elizabeth Shaw), Charlize Theron (Meredith Vickers), Michael Fassbender (David), Guy Pearce (Peter Weyland), Idris Elba (Janek), Logan Marshall-Green (Charlie Holloway), Rafe Spall (Millburn), Sean Harris (Fifield), Emun Elliott (Chance), Benedict Wong (Ravel), Patrick Wilson (padre de Shaw). Guion: Damon Lindelof y Jon Spaihts. Producción: Ridley Scott, David Giler y Walter Hill. Música: Marc Streitenfeld. Fotografía: Dariusz Wolski. Montaje: Pietro Scalia. Diseño de producción: Arthur Max. Vestuario: Janty Yates. Distribuidora: Hispano Foxfilm. Estreno en USA: 8 Junio 2012. Estreno en España: 3 Agosto 2012. No recomendada para menores de 12 años.::: VALORACIÓN (1/10): 6,5