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Los videojuegos, arsenal estético para el cine

Por | 14 diciembre 2007 | Comentar

Hitman (2007). A la izquierda, su versión de videojuego.

Resident Evil (2002)

Los yacimientos de ideas para filmes parecen cada vez más agotados. El llamado séptimo arte, en su vertiente más industrial, precisa de un flujo constante de producciones capaces de sostener el basto negocio del entretenimiento. En los últimos años, el cine ha acudido con mayor frecuencia de la acostumbrada a fuentes ajenas no tan ordinarios como la literatura o el teatro. El cómic, más de una vez esquilmado indignamente por lo audiovisual, se ha erigido sin duda como una rentable musa sobre la que construir producciones de muy diverso tipo: de acción familiar (Spider-Man, Superman Returs, Los 4 Fantásticos...), de acción/suspense para adultos (300, Sin City o la venidera y esperada Watchmen) o de terror (Man-Thing).

Otro nicho del que sacar historias ha sido el videojuego. Cuando las consolas se acomodaron como un electrodoméstico habitual en el hogar (entre finales de los 80 y principios de los 90), los títulos de mayor éxito se tomaron como ideas 'trasladables' al formato cine partiendo de la fama proveniente del cartucho/cd interactivo. Sonados batacazos ha habido hasta nuestros días, como la penosa y ruinosa SuperMario Bros. (1993) o la lamentable Street Fighter (1994), que sirvió de aciaga despedida para el difunto Raul Julia.

Se pudiera pensar que el fracaso de títulos como los citados podría radicar en una mala elección de aquéllos, dado que ambos son juegos de acción pura y dura (uno de plataformas, el otro de combates), con personajes sin excesivo 'background' y con historias irrelevantes frente a los objetivos que se han de superar. Es decir, la ausencia de relato alguno obligaba a crear uno artificial que funcionara en el cine respetando el espíritu original del juego.

Pero tampoco ha triunfado artísticamente una adaptación cuando se ha partido de un videojuego con historia más elaborada y compleja. Como mucho, algunos de estos filmes (Final Fantasy, Tomb Raider, Resident Evil o, ahora, Hitman) han cumplido funcionalmente como cintas de simple entretenimiento sustentadas por una arsenal estético ya presente en el material primigenio.

Super Mario Bros. (1993) / Street Fighter (1994)

De hecho, en Hitman aparecen toda una serie de subtramas encaminadas a humanizar al protagonista que chirrían con el gélido estilo del personaje en el universo de pc/videoconsola. Así, estos apósitos cinematográficos 'cantan' a la legua como impostados clichés a los ojos del gamer más adepto de la saga.

En Resident Evil ocurre algo parecido. Se debate entre el subgénero de terror-zombie y la acción trepidante dimanada de su soporte interactivo: un juego de acción en primera persona. Además, a todo ello se le quiere añadir cierta intriga en relación al corrupto origen político-empresarial que ha provocado la extensión de una plaga capaz de arrasar todo rastro de vida en el planeta. Finalmente ocurre como en el caso de Hitman, la estética del juego y la originalidad en las escenas de acción es lo poco 'salvable' de una trilogía cuyas historias se podrían resumir en un mismo y repetitivo 'leit-motiv': matar zombies y sobrevivirles.

Tomb Raider (2001)

Luego del videojuego se aprovecha su envoltorio, el atrezo de un mundo y personajes creados con gran originalidad. Así, el éxito del filme nacido al socaire del juego depende de la poca o mucha maña del guionista a la hora de crear un buen relato aparejado a estos elementos ya preexistentes.

Con Tomb Raider, y aprovechando el material heredado del píxel, se quiso crear un álter ego femenino del mítico Indiana Jones, el aventurero-arqueológico más famoso del cine. Pero ni los guionistas supieron dotar al personaje de los rasgos tan característicos del gran Indy ni las historias de Lara Croft sabían conjugar con igual habilidad humor, acción y suspense. Como mucho, el atractivo sexual se combinó con la implacabilidad de un personaje al que la Jolie supo sacarle más rendimiento del esperado.

Probablemente, y pese a que las incursiones del juego en el cine sigan, lo mejor será que ambos formatos convivan de forma más o menos separada. Los juegos seguirán adoptando enfoques en sus historias cada vez más próximos al cine (de hecho, el director John Woo ha retomado un filme policiaco suyo de los 90 en el videojuego Strangelove), y el cine, por su parte, también seguirá tomando prestadas ideas provenientes del rico universo del videojuego. Pero el cine deberá saber modular el uso de las ideas tomadas del juego para no zozobrar en el inoperante plagio de una estética a la que agregar una floja historia que ni siquiera hace honor a la fama y éxito de la fuente original.

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Somos nuestras decisiones

Por | 05 diciembre 2007 | Comentar


El cine es más sabio y artístico cuanto sugiere, muestra o sugestiona que cuando adoctrina, moraliza y sentencia. Probablemente también se ajuste más a la verdad de su relato cuando crea a sus personajes e historias bajo esta premisa de honestidad. El cine de Icíar Bollaín parece evolucionar, y para bien, por esta senda de minimalismo argumental en el que se plantean preguntas sin ofrecer al espectador respuestas definitivas. Mataharis, su último filme posterior a la exitosa cinta de denuncia social que fue Te doy mis ojos, ahonda en esta vía más poliédrica a la hora de hablar sobre los personajes. Tres actrices (Najwa Nimri, María Vázquez y Nuria González) encarnan a otras tantas mujeres en diferentes etapas de sus vidas, distintas generacionalmente las unas de las otras, que han de tomar decisiones sobre cómo quieren que sea su vida o sobre cómo reconducirla en su situación actual.


Título: Mataharis
Dirección: Icíar Bollaín.
País: España.
Año: 2007.
Duración: 95 min.
Género: Drama.
Interpretación: Najwa Nimri (Eva), Tristán Ulloa (Iñaki), María Vázquez (Inés), Diego Martín (Manuel), Nuria González (Carmen), Antonio de la Torre (Sergio), Fernando Cayo (Valbuena), Adolfo Fernández (Alberto), Manuel Morón (Samuel), Mabel Rivera (mujer engañada).
Guión: Icíar Bollaín y Tatiana Rodríguez.
Producción: Santiago García de Leániz y Simón de Santiago.
Música: Lucio Godoy.
Fotografía: Kiko de la Rica.
Montaje: Ángel Hernández Zoido.
Dirección artística: Josune Lasa.
Vestuario: Estíbaliz Markiegui.
Estreno en España: 28 Septiembre 2007.
Web: www.mataharislapelicula.com
Leer critica de Mataharis en Muchocine.net

Este asunto, el de nuestras decisiones ante encrucijadas concretas como cincel vital, parece estar presente en todo momento en la película. Un ejemplo de ello lo encontramos en el impagable diálogo entre el personaje de Nuria González, detective privado y compañera de trabajo de las otras dos protagonistas, con un cliente que le ha solicitado el seguimiento a su esposa de la que sospecha una infidelidad. Constatada ésta, el hombre, entre asombrado y abatido, se pregunta en voz alta: "¿Cómo ha podido hacerme esto?". La detective Carmen, a la sazón amiga del cliente, le espeta: "Lo importante no es si está o no con otro, lo importante es por qué".

Esta secuencia, unida a otras del filme, profundiza en otro eje argumental: el cómo una persona con quien se ha vivido durante años se nos puede revelar como un ser extraño y casi ajeno a nuestra existencia, constatando la crueldad de una soledad acompañada.

También se habla de la soledad de quien ha consagrado su vida al éxito profesional dejando un lado principios que habría defendido en un pasado no muy remoto. Así, Inés, la detective más joven del trío interpretada por María Vázquez, comienza a replantearse cómo ha llevado su vida hasta ese momento, y cómo quiere que sea en el futuro, cuando la duda le asalta en un caso donde el éxito de la investigación depende de anestesiarse todo escrúpulo moral.

En la historia de Eva (Najwa Nimri), a caballo generacionalmente entre los personajes de Inés y Carmen, la desconfianza, la incomunicación o la dificultad para perdonar asoman como los típicos síntomas que prologan el final de una relación. Como contrapartida, el combatirlos con sus respectivos contravalores, confiar, perdonar o sincerarse, se erigen como únicos antídotos posibles.

Queda claro por tanto que, aunque sus historias sean pequeñas y estén pegadas a lo real como un neumático al asfalto, en Mataharis se aborda desde la lucidez de la sugestión muchos y variados asuntos de contenido eminentemente humano. Quizá no llegue a la maestría, pero este nuevo trabajo de la realizadora madrileña la confirma como una voz más que interesante entre nuestros cineastas.